Acabo de leer el artículo breve que John Carlin ha publicado hoy en EL PAIS y cuyo título anticipa en gran parte el carácer polémico de sus afirmaciones: "Thatcher, la libertadora argentina". Sugiero su lectura antes de continuar leyendo mis notas.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/03/30/actualidad/1333127708_772000.html
En este momento en el que el gobierno argentino ha reflotado la "causa Malvinas" y se aproximan las celebraciones del trigésimo aniversario del inicio de la guerra el 2 de abril parece necesario pensar la cuestión con la mayor distancia posible.
Dejemos de lado los aspectos más provocadores del texto y centrémonos en su principal afirmación y en los argumentos que la sostienen:
(TESIS) los argentinos deberían demostrar inteligencia, madurez y cortesía reconociendo públicamente a Margaret Thatcher como su libertadora,
(ARGUMENTO 1) porque gracias a la victoria obtenida mediante su intervención militar la Junta Militar tuvo que abandonar el poder prácticamente sin poder negociar ciertos aspectos importantes de la transición hacia la democracia (por ejemplo, los mecanismos institucionales que hubieran podido garantizar su impunidad por los crímenes de lesa humanidad cometidos); y
(ARGUMENTO 2) porque si no hubiera derrotado a los militares argentinos en 1982 su régimen represivo se hubiera consolidado y posiblemente hubieran continuado matando y torturando durante mucho más tiempo del que lo hicieron.
Debo reconocer que los dos argumentos son sumamente plausibles. En relación con el primero, solo hay que mirar los ejemplos contemporáneos de dictaduras que son capaces de negociar la transición a la democracia para observar cómo (a) condicionan durante años su consolidación plena, y (b) obtienen un altísimo grado de impunidad para las violaciones masivas de derechos humanos que cometieron. Miren a España o a Chile, por poner sólo dos casos de los muchos que podemos encontrar a nuestro alrededor.
El segundo es más difícil de evaluar, por su carácter contrafáctico, pero hay que reconocer que las evidencias que aporta en el artículo son suficientes para aceptarlo con un alto grado de plausibilidad. La movilización de los sentimientos nacionalistas permitió que un personaje patético como Galtieri se diera un baño de masas eufóricas en la mítica Plaza de Mayo. Pensar que su victoria en la "gesta patria de Malvinas" no los hubiera consolidado en el poder sería una ejercicio de realismo mágico. Cuánto les hubiera durado, si hubieran continuado matando y torturando, y cómo hubiera sido su salida del poder entraría en el campo de la mera especulación. Pero el argumento no apela a este tipo de especulaciones, sólo se vale de la afirmación débil: sin la derrota militar los militares no hubieran dejado el poder como lo hicieron. Es verdad, nos guste o no.
¿Esto significa que debemos aceptar que es cierto que si los argentinos fueramos más inteligentes, maduros y corteses deberíamos erigir un monumento a Margaret Thatcher reconociéndola como una "libertadora"?
No necesariamente. Las acciones humanas no sólo se definen por sus resultados, sino también por las razones con las que se llevan a cabo. La acción que realizó Margaret Thatcher fue la de emprender una campaña militar y obtener en ella la victoria. Los resultados que Thatcher perseguía intencionalmente con esa acción se hicieron sentir en las islas objeto del litigio y en en la vida política británica. Pero resulta innegable que los resultados en la política interna argentina (incuestionables) no estuvieron entre las razones que la llevaron a emprender la guerra. Esas razones no hubieran sido aceptable ni para sus ciudadanos (cuyo apoyo reforzó gracias a la victoria), ni para sus aliados (que apoyaron la instauración de las dictaduras en latinoamerica como estrategia global).
Todo el argumento de Carlin se basa en una pobre reconstrucción de las razones que pueden llevar a un líder político a emprender una guerra como la de Malvinas. Es cierto que solo alude a este aspecto esencial de forma accidental, cuando descarta que hayan sido razones de índole económico las que motivaran la intervención militar británica.
Pero es absurdo pensar que una guerra por un punto estratégico como Malvinas en plena Guerra Fría sólo se podía declarar (a) por razones económicas tangibles (la presencia de petroleo a la que alude el autor) o (b) la lucha por la libertad y la democracia contra los "nazis" que todavía rigen el destino de lugares exóticos. Los conflictos militares en los que se embarcaron EEUU y sus aliados en la segunda mitad del siglo XX están allí para desmentirlo. El apoyo que dieron a todas las dictaduras "nazis" que se propagaron por latinoamérica también.
Margaret Thatcher no emprendió la guerra para derrocar a la dictadura argentina, sino para conseguir ciertos objetivos de su agenda política global e interna. Hundir un crucero fuera de la zona de exclusión y matar a la mayoría de los soldados que viajaban en él es un crimen de guerra que no cometieron los militares argentinos sino el alto mando británico. Hay asesinos en todas partes, no son patrimonio de ciertas latitudes.
Una persona inteligente (sea argentina, británica o congoleña) jamás debería confundir a quienes luchan por la libertad con quienes no dudan en ordenar asesinatos masivos para conseguir unos objetivos políticos en los que la "libertad de los pueblos oprimidos" no figura ni a pié de página.
Por ello creo que Margaret Thatcher es un problema para los británicos, son ellos quienes deben discutir la forma en la que recordaran sus gobiernos, y si están dispuestos a otorgarles pomposos títulos de reconocimiento. En latinoamerica las cosas nos resultan más simples, podemos condenar tanto a las dictaduras militares genocidas como a los líderes políticos de los países más desarrollados que las apoyaron y que cuando lo consideraron necesario no dudaron en matar a nuestros jóvenes en campos de batallas convencionales o no convencionales.
Si los británicos fueran inteligentes, maduros y sensibles deberían preguntarse seriamente como sostuvieron en el poder durante tanto tiempo a Margaret Thatcher, y no pedirles a quienes la sufrieron que le rindan homenajes (por cosas que hizo "sin querer queriendo" como diría el "Chavo del ocho").
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