El tratamiento que en la bibliografía especializada se hace de las partes que debe contener un proyecto de investigación varía según la formación de quien escribe y sus experiencias investigadoras previas, pero en líneas generales se pueden detectar grandes zonas de acuerdo[1]. El siguiente fragmento es un buen resumen de lo que la mayoría de las fuentes consultadas consideran indispensable en un proyecto de investigación: “La propuesta debiera tener entre cinco y diez páginas. Debe formular la o las preguntas que usted encarará, las razones de que las preguntas merezcan ser exploradas, sus hipótesis de trabajo (las respuestas que espera encontrar), sus métodos de investigación, y las razones de que haya elegido estos métodos. Debiera colocar notas en su propuesta como lo haría en un artículo de investigación. Buenas notas bibliográficas que hagan referencia al trabajo existente en el tema son importantes.” (Van Evera 2002: 115).
Un trabajo específico que aborda la cuestión de cómo debe estructurarse un proyecto de investigación es el de la profesora María Inés Bringiotti. En él afirma que los requisitos a cumplir son los siguientes: (1) título claro y breve, en el que se aluda al tema de la investigación. Se puede incluir un subtítulo para precisar el tema estrecho dentro una temática más amplia. (2) introducción o resumen, cuyo contenido y tono varía según el tipo de investigación que se lleve a cabo, en el que se señalan en pocas líneas las claves del proyecto que se presenta. (3) marco teórico o conceptual, en el que se deben especificar los trabajos previos realizados sobre el tema, la línea a seguir en la investigación y la definición de los principales términos teóricos a emplear. (4) objetivos de la investigación, divididos en generales y particulares, y nunca en mayor cantidad que cuatro o cinco de cada tipo. Los objetivos particulares apuntan a las acciones que se llevaran a cabo para cumplir con cada uno de los objetivos generales. (5) hipótesis trabajo, o afirmaciones que el investigador espera poder apoyar con el desarrollo de investigación[2]. (6) metodología a emplear, justificando las decisiones y sopesando las alternativas no empleadas[3]. (7) cronograma de actividades, en el que se debe proyectar los distintos tipos de tareas a realizar calculando aproximadamente el tiempo que ocuparán. (8) transferencia de los resultados o impacto del proyecto, en el que se indica brevemente cuál será el aporte teórico y práctico de los resultados de la investigación. (9) bibliografía, en la que se listan las obras consultadas y a consultar en el desarrollo de la investigación.
NOTAS
[1] Se puede considerar que el primer proyecto de investigación formulado se debe a Aristóteles, quien en el libro III (B) de su Metafísica enumera los problemas a los que se propone enfrentar y señala sucintamente la manea en que piensa llevar a cabo su tarea. El resto de los libros que componen la obra constituyen la defensa de las respuestas a las cuestiones enumeradas en ese libro (ver Aristóteles 2000: 117-118).
[2] Sobre los distintos tipos de hipótesis científicas y su tratamiento en el proyecto de investigación ver Balian 1988: 60-66.
[3] El diseño metodológico posee especial importancia en las investigaciones científicas o empíricas, pues el investigador debe optar entre una gran variedad de métodos y enfoques a su disposición, escogiendo aquellos que mejor se adapten a los objetivos que se propone conseguir y a los datos que pretende recoger (Ver las distintas técnicas cualitativas en Valles 1997, y los diferentes métodos cuantitativos en Mayntz, Holm y Hübner 1975). En los trabajos filosóficos el principal método de trabajo suele ser la lectura crítica de fuentes bibliográficas, y no suele haber otras alternativas metodológicas entre las que escoger como sugiere Bringiotti (Cf. Bedau 1996).
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