10 dic 2008

Problemas filosóficos de investigación

Qué se entiende por problema filosófico es una cuestión que admite varias respuestas[1], y que depende fundamentalmente de la concepción de la filosofía desde la que se propongan. He desarrollado la manera en la que entiendo la labor filosófica en la primera parte de mi proyecto docente, al que me remito. No obstante, considero menester agregar algunas consideraciones sobre esta cuestión. Desde el inicio mismo de la filosofía en la antigua Grecia, cuando el misticismo y el racionalismo no se presentaban como algo antitético, su desarrollo esta enlazado a la resolución de problemas. “El nombre con el que las fuentes designan el enigma es “problema”, que originariamente y en los trágicos significa obstáculo, algo que se proyecta hacia delante. Y, de hecho, el enigma es una prueba, un desafío al que el dios expone al hombre. Pero el mismo término “problema” sigue vivo y ocupando una posición central en el lenguaje dialéctico, hasta el punto de que en los Tópicos de Aristóteles significa “formulación de una investigación”, con lo que designa la formulación de la pregunta dialéctica que da inicio a la discusión… Y no se trata sólo de una identidad del término: el enigma es la intrusión de la actividad hostil del dios en la esfera humana, su desafío, de igual modo que la pregunta inicial del interrogador es la apertura del desafío dialéctico, la provocación a la emulación… El enigma al humanizarse, reviste una figura agonística y, por otra parte, la dialéctica surge del agonismo.” (Colli 1994: 67-68).
Existe una relación estrecha entre la idea de “pregunta” y la de “problema”, pero no son coextensivas, pues si bien todo problema es una pregunta, no toda pregunta puede ser considerada un problema. A lo que habría que agregar que no todo problema es un problema filosófico, y la naturaleza de estos últimos también esta en relación con el tipo de preguntas que suelen formular los filósofos[2]. Un problema de investigación es una pregunta relevante en un campo de investigación, una pregunta que requiera de una investigación para ser contestada y cuya respuesta sea considerada un aporte importante para el conocimiento que se tiene del tema. La diferencia entre ciencia y filosofía –y entre investigaciones científicas y filosóficas- esta dada por el tipo de preguntas que se pueden considerar problemas en unas y otras.
Las preguntas cerradas son las que comúnmente pueden dar lugar a la formulación de problemas en las distintas ciencias. Una pregunta se puede considerar cerrada –en términos generales- si se pueden formular las condiciones que harían verdadera o falsa la hipótesis que en ella se encuentra presupuesta (Hollis 1986)[3]. O en términos de Isaiah Berlin: “Dicho de otra manera: sabemos en dónde buscar una respuesta; sabemos qué origina que una respuesta sea plausible, en tanto que otra no lo sea” (1992: 28)[4]. Siguiendo a Hollis podemos clasificar las preguntas cerradas de acuerdo al grado de conocimiento que poseamos sobre la respuesta que cabe darle de la siguiente manera: (a) completamente cerradas: son aquellas preguntas de las que conocemos la respuesta, por ejemplo, “¿Por qué circula la sangre en el interior del cuerpo de una rata?; (b) casi del todo cerradas o semicerradas, cuando no sabemos la respuesta pero sí como hallarla, como en la pregunta ¿Cuántos dientes tiene la rata X de nuestro laboratorio?; y (c) preguntas en principio cerradas, categoría con límites difusos y que alude a aquellas cuestiones frente a las que no poseemos técnicas para hallar la respuesta, pero que en caso de tenerlas sabríamos perfectamente que es lo que deberíamos hacer para dar con ella, por ejemplo ¿Cuál es la composición química de los gases de la atmósfera del tercer planeta en la órbita de Qatar –estrella ubicada a 10.000 años luz de la tierra? Dentro de las preguntas semicerradas y en principio cerradas es donde se pueden ubicar los principales problemas científicos sobre los que cabe investigar en la actualidad.
La filosofía se caracteriza por plantear otro tipo de preguntas. Son las llamadas preguntas abiertas. Ellas surgen porque nuestro conocimiento científico y ordinario resulta incompleto o, en el caso de las preguntas filosóficas, porque las distintas afirmaciones que por separado nos resultan plausibles una vez puestas todas juntas dan lugar a inconsistencias o aporías (Rescher 1995). “… Las preguntas abiertas ponen en tela de juicio las reglas mediante las cuales decidimos qué es lo que vamos a creer” (Hollis 1986:20). Las preguntas abiertas no buscan nueva información sobre la realidad, sino que cuestionan la forma misma en la que pensamos y planteamos preguntas cerradas sobre la realidad. Estas preguntas constituyen un cuestionamiento al propio marco conceptual desde el que se formulan las preguntas -incluso las propias preguntas abiertas-. Por ejemplo, la pregunta ¿Qué relación existe entre las palabras y la realidad a la que se refieren? Los problemas filosóficos son una subclase de las preguntas abiertas. Berlin los caracteriza de la siguiente manera:”La única característica común que todas esas preguntas parecen tener es que no pueden contestarse, ni mediante la observación, ni a través de un cálculo, ni por métodos inductivos, ni mediante la deducción; y, a modo de corolario fundamental de todo esto, que quienes las formulan se enfrentan desde el principio a una perplejidad: no saben adónde acudir para hallar las respuestas; no hay diccionarios, enciclopedias, compendios de conocimientos, ni especialistas, ortodoxias, a los que se pueda recurrir confiadamente como a poseedores de autoridad o conocimientos indiscutibles en estas cuestiones. Además, algunas de estas preguntas se distinguen por su carácter de generales, y por tener que ver con cuestiones de principio; en tanto que otras, aun cuando en sí mismas no sean generales, muy fácilmente plantean cuestiones de principio o conducen a las mismas. A tales preguntas se les suele llamar filosóficas.” (Berlin 1992). En un proyecto de investigación sobre algunas de las cuestiones que preocupan a la filosofía del derecho, es indispensable que se señale no solo el tema estrecho en el que se ubica la propuesta, sino también el problema o problemas filosóficos que serán el punto de partida de la investigación y, lo que es más importante, el investigador tiene que señalar donde y cómo piensa hallar la respuesta.


NOTAS

[1] Ver por ejemplo la entrada “problema” en el Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora (1994: 2697-98) en la que se pueden encontrar distintas acepciones del término, así como diferentes formas de entender su relevancia en el ámbito filosófico.
[2] La importancia que la formulación de los problemas tiene para la filosofía es innegable, y su relación con el tipo de preguntas que caracterizan la labor filosófica también es una manera muy común de enfocar la explicación de cuál es el objetivo de la filosofía, para diferenciarlo de las ciencias naturales y sociales (ver, a modo de ejemplo, Berlin 1992: 27-42; y Hollis 1996: 13-19). Bergson afirmaba que un problema bien planteado era sinónimo de problema resuelto. Esta visión optimista puede aplicarse sin lugar a dudas en los dominios de la ciencia, pero en filosofía la perspectiva de hallar la solución a sus problemas resulta una cuestión mucho más controvertida. Ver, por ejemplo, el análisis de los desacuerdos filosóficos y de la naturaleza pluralista de la filosofía que defiende Rescher (1995).
[3] Toda pregunta presupone una afirmación. Esta es la base del análisis de la semántica de las preguntas y respuestas (Belnap 1966, Hintikka 1976), y del estudio de las llamadas “preguntas cargadas” en lógica informal (ver Walton 1989).
[4] “Las preguntas cerradas son aquellas que –por difíciles e importantes que sean- tienen respuestas que lo único que hacen es añadirse a la información que ya poseemos” (Hollis 1986: 20).

1 comentario:

LOURDES dijo...

Hola Pablo, me parece que tienes un material por demás extraordinario, estaba justamente buscando una forma de orientarme en la diferencia entre cuestionamientos filosóficos y científicos y tu texto me ha sido de mucha utilidad y el de la lógica de James Bond es extraordinario, soy filósofa también y me dedico a la docencia, esun gusto encontrar sitios como este, saludos, Lourdes.